Por desgracia, la lectura de la obra confirmó casi todos mis prejuicios.Ĭreo que donde menos le emboqué es en lo de la pasión. Rápidamente, y a pesar de la majestuosa portada de Fito Migliari, me convencí de que iba a leer una biografía del General San Martín decididamente floja, escrita por Luciano Saracino sin onda, sin placer, para pagar las expensas. Cuatro dibujantes distintos (ninguno de mis favoritos), una novela cortada “en fetas” para ser distribuída en fascículos junto a un diario que no leería ni con un chumbo en la cabeza, una primera hojeada que revelaba una cantidad cuasi-infinita de splash-pages. Le entré a este libro con ínfimas expectativas, convencido de que iba a leer una historieta apenas competente.
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